martes, 29 de junio de 2010

Una caja de tabacos Hoyo de Monterrey

Jefe, fui a Santa Clara invitado por un amigo y colega habanero del que uno de estos días te hablaré. En todo cuanto hago aparece un recuerdo tuyo. A mí nunca me ha gustado Santa Clara. Un escritor santaclareño que conocí hace como un año y ama a su tierra lamenta que su ciudad carezca de mar y que Martí nunca pusiera un pie en ella.


Bueno, a lo que iba, a los viajes de mi memoria que siempre terminan encontrando algo tuyo, por lejos que esté.

Yo tenía ocho años recién cumplidos y en Santa Clara celebraron el acto nacional por el 26 de Julio. Cuando aquello no había estas emulaciones de ahora. Le daban el acto a una provincia y ya. Parece que entonces “la sede” tuvo que ver con el fin de los alzados en el Escambray. El caso es que fuiste a la antigua capital provincial y regresaste al día siguiente que era el de tu cumpleaños 46. Nos contaste que fueron en unos vagones de transporte de caña habilitados para la ocasión. Y trajiste contigo una caja de tabacos de exportación de la marca Hoyo de Monterrey. Seguro que había una buena oferta como decimos ahora y preferiste traerle aquel regalo a tu padre, el viejo cascarrabias que era mi abuelo José. Entre las cosas que comenzaban a escasear estaba la fuma.

Yo aún recuerdo aquella cajita de madera y sus preciosas litografías en colores brillantes. Lo más probable que fuera la primera vez que veía una. Pero sobre todo te recuerdo a ti, Viejo, aunque el motivo tuviera que ver con un viaje a una ciudad a la cual también le reprocho su divorcio con el mar.

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